Qué ver y hacer en Marruecos
- Jen y Licha

- 8 ago
- 22 Min. de lectura
Actualizado: 4 sept
Marruecos fue nuestro primer destino en el continente africano, y no podríamos estar más felices de que haya sido así. Este fascinante país, donde convergen las culturas bereber, árabe y europea, nos recibió con los brazos abiertos y nos sorprendió desde el primer momento.
A pesar de sus marcadas diferencias culturales, adaptarse fue más fácil de lo esperado. Además, su cercanía con España nos regaló el alivio de poder comunicarnos en español en muchos lugares, algo que agradecimos enormemente durante el viaje.
Marruecos nos regaló paisajes dignos de “Las mil y una noches”, con sus medinas y zocos, una gastronomía exquisita (sabrosa, aromática y a precios accesibles) y, por supuesto, el imponente desierto del Sahara, que sin duda fue nuestro rincón favorito del país. Una experiencia inolvidable que quedará grabada para siempre en nuestra memoria viajera.

RANKING DE LUGARES
Desierto de Sahara
Chefchaouen
Asilah
Rabat
Marrakech
Casablanca
Fez
NUESTRO ITINERARIO DE 2 SEMANAS
1.TÁNGER
Nuestra aventura marroquí comenzó bien al norte del país, en la vibrante ciudad de Tánger. Esta ciudad portuaria es, para muchos viajeros, la puerta de entrada a Marruecos, gracias a su estratégica ubicación al otro lado del Estrecho de Gibraltar.
Por su cercanía con Europa, llegar desde España fue sumamente fácil y económico: conseguimos nuestro pasaje desde Madrid, con equipaje incluido, por tan solo 30 USD, un regalo.
Aunque solo pasamos una noche, Tánger nos dejó con ganas de más. Su atmósfera animada, sus calles con historia y su aire cosmopolita nos parecieron motivos más que suficientes para dedicarle al menos un día entero. Sin embargo, teníamos ya reservado nuestro alojamiento en el encantador pueblo costero de Asilah, así que continuamos viaje.
2.ASILAH
Asilah es un destino aún poco explorado por el turismo masivo, lo que le otorga un aire auténtico y tranquilo. Al no estar tan conectado con las principales rutas, optamos por usar la app inDrive para llegar desde Tánger. Y fue todo un acierto, por tan solo 15 USD recorrimos cómodamente los 45 km de Tanger a Asilah.
Al llegar, nuestro alojamiento nos recibió con una vista inmejorable del Atlántico. Como solo contábamos con un día para disfrutar de esta joya, no perdimos tiempo y salimos a explorar inmediatamente.
Paseamos unos minutos por el paseo marítimo, mientras compartíamos nuestro primer mate en tierras africanas (para quienes no lo conocen, el mate es una infusión típica de Argentina y Uruguay) acompañados por la brisa marina y el sonido de las olas.
Así fue como llegamos a la puerta principal de la medina, ese casco histórico amurallado que parece sacado de un cuento. Desde el primer momento, Asilah nos cautivó: sus murallas centenarias, sus callecitas llenas de tiendas de artesanías, alfombras, y encantadoras cafeterías, nos sumergieron en un ambiente de ensueño. La medina, con sus fachadas blancas decoradas con murales coloridos y puertas de un azul y verde vibrante, nos transportó a otro tiempo. Aquí no hace falta mapa: simplemente piérdete entre sus calles, cada rincón tiene una postal lista para ser descubierta.
Para aprovechar al máximo tu recorrido, te sugerimos comenzar por la calle Ibn Khaldoun, que bordea la muralla. A lo largo del camino encontrarás puntos imperdibles como la Torre de San Francisco, el Palacio Raisuli (que lamentablemente encontramos cerrado), y, más adelante, el Mausoleo de Sidi Ahmed El Mansur. Cada tramo ofrece fachadas impecables, arte urbano y escenas cotidianas que invitan a ser fotografiadas.
Uno de los momentos más mágicos fue llegar al mirador Caraquia, desde donde se obtiene una panorámica de toda la medina. Sin duda, una de las imágenes más emblemáticas de Asilah. Al salir de la medina, no olvides detenerte en la imponente Torre Borj Al Kamra, una de las construcciones más destacadas de la muralla. Y para cerrar el día, caminamos hasta la cercana playa de Lalla Rahma, donde nos acomodamos para ver cómo el sol se despedía lentamente sobre el océano.
Asilah nos conquistó. Es un destino ideal para comenzar a descubrir Marruecos, ya que combina la calidez de su gente, la belleza de sus paisajes y la tranquilidad de un lugar que aún conserva su esencia. Sin dudas, un lugar que recomendamos con el corazón.
3.CHEFCHAOUEN
Chefchaouen: la joya azul del Rif
Desde Asilah, volvimos a confiar en inDrive para llegar a nuestro próximo destino: Chefchaouen, la mítica ciudad azul. Una vez más, la experiencia fue excelente: cerramos el trayecto de 150 km por tan solo 45 USD.
A nuestra llegada, nos esperaba una de las experiencias más auténticas de Marruecos: nuestra primera noche en un Riad. Estas casas tradicionales marroquíes adaptadas para recibir viajeros son mucho más que un simple alojamiento; son una ventana abierta a la cultura local. Allí, compartir un té, una charla o una sonrisa con los anfitriones se convierte en parte del viaje.
En nuestro caso, el Riad Bin Souaki fue el elegido, y desde el primer momento sentimos esa calidez que define al pueblo marroquí. Nuestro host nos recibió con el clásico té de menta, servido en la terraza con una vista privilegiada de las azules callecitas que nos esperaban por descubrir. Fue nuestra primera postal de Chefchaouen y ya sabíamos que nos iba a enamorar.
Chefchaouen no es famosa por casualidad. Este pequeño pueblo enclavado en la cordillera del Rif es uno de los lugares más fotografiados de Marruecos, y con justa razón. Por eso recomendamos dedicarle al menos un día completo y pasar la noche allí. En nuestro caso, nos atrapó tanto que decidimos quedarnos un día más. Al caer la tarde, cuando las excursiones se van y las callecitas recuperan su calma, la verdadera magia del lugar se revela: niños jugando en la medina, vecinos conversando en las puertas, y un ambiente sereno que te invita a desacelerar.
Además de su belleza, lo que más nos sorprendió fue la hospitalidad de su gente y la deliciosa gastronomía local. Uno de nuestros favoritos fue el restaurante Bab Tarik: sencillo, económico y sabrosísimo. Tanto nos gustó que repetimos las dos noches. Allí probamos el emblemático tajine, ese guiso marroquí cocinado lentamente en un plato de barro con tapa cónica. El de kefta con huevo y salsa de tomate y el de pollo al limón nos dejaron sin palabras, una delicia que aún recordamos.
Aunque hay muchos rincones para descubrir, lo mejor que puedes hacer es perderte sin mapa. La medina, encaramada en la montaña, está llena de subidas y bajadas, así que prepárate para una buena caminata. Un buen punto de partida es la plaza Uta al-Hamman, donde podrás admirar la gran mezquita (acceso solo para musulmanes) y la Kasbah, una fortaleza del siglo XV que protegía la ciudad de los ataques portugueses.
Desde allí, nos sumergimos en la medina y fuimos a parar a la Plaza El Houta, ideal para hacer una pausa y disfrutar de un jugo de naranja fresco (la naranja en Marruecos es otra cosa). Luego, tomamos la empedrada Akbat Mechaat, que nos llevó hasta la Mezquita Blanca, un edificio que destaca entre el azul intenso que domina todo el paisaje urbano.
Muy cerca, la puerta Bab Souk nos conectó con la avenida Hassan II, y desde ahí descubrimos callejones que parecen salidos de un sueño: como el Callejón El Asri, con sus escaleras celestes, macetas de colores y puertas pintorescas. También pasamos por el famoso Callejón Azul, donde todo —paredes, suelos, puertas— está teñido en un hipnótico azul.
No te pierdas Sidi Bouchouka, otro rincón encantador lleno de detalles como mosaicos, flores y una puerta árabe que merece un lugar en tu galería de recuerdos. Justo al lado está el popular Patio del Té, aunque decidimos saltarlo ya que cobraban entrada para hacer fotos. En cambio, optamos por seguir subiendo por la cuesta del Granadino, donde los puestos de alfombras y artesanías tradicionales creaban una escena encantadora. Antes de volver a la avenida principal, caminamos por la paralela Rue Ibn Asskar, decorada con sombreros, columpios y escaleras artísticas, aunque en varios puntos te pedían entre 2 y 10 dirhams para tomarte una foto.
Chefchaouen tiene muchos “puntos turísticos”, sí, pero la verdadera experiencia está en deambular sin rumbo. Déjate guiar por tus sentidos: cada rincón tiene su magia, y no hay una única ruta para disfrutarla.
Para cerrar nuestra estadía en esta ciudad mágica, caminamos hasta el final de la Avenida Hassan II, atravesamos la puerta Bab El Onsar, y comenzamos la subida hacia la famosa Mezquita Española. Desde allí, se obtiene la mejor vista panorámica de Chefchaouen, especialmente al atardecer, cuando el sol tiñe de dorado los tonos azules de la ciudad. Sin dudas, fue el broche de oro para nuestra visita.
Chefchaouen no es solo un destino, es una experiencia sensorial, un lugar que te abraza con colores, sabores, aromas y calidez. Una parada imprescindible para quien desee enamorarse a cada paso del alma de Marruecos.
4.RABAT
Desde la encantadora Chefchaouen pusimos rumbo hacia Rabat, la capital marroquí. Sin embargo, aquí cometimos uno de los pocos errores logísticos de nuestro viaje y lo compartimos para que tú no lo repitas.
Compramos en la estación local de buses el pasaje más económico, que prometía cubrir los 250 km en 5 horas. Pero la realidad fue otra: el autobús hizo infinidad de paradas no previstas, y el trayecto se convirtió en una travesía de 8 largas horas. Finalmente llegamos cerca de las 15:00 hs, con poco margen para explorar esta sorprendente ciudad. Si estás planeando visitarla, te recomendamos dedicarle al menos un día completo, vale totalmente la pena.
Dejamos nuestras mochilas en un Riad ubicado en el corazón de la medina y salimos sin perder tiempo a recorrer. A pesar de ser la capital del país, Rabat no suele figurar entre los destinos más turísticos, y eso nos pareció incomprensible una vez que la conocimos. Es una ciudad que combina historia, arquitectura imponente y una atmósfera mucho más tranquila que otras grandes urbes marroquíes.
La imponente Torre Hassan y un mausoleo que no debes perderte
Nuestro primer destino fue la monumental Torre Hassan, uno de los sitios históricos más emblemáticos de la ciudad. En el siglo XII, el sultán Yacub al-Mansur soñaba con construir la mezquita más grande del mundo, pero tras su muerte y un devastador terremoto, la obra quedó inconclusa. Aun así, la torre de 44 metros —que originalmente se pensó de 86— sigue en pie como un testimonio del esplendor del imperio almohade, con un diseño que recuerda a la Giralda de Sevilla y la Koutoubia de Marrakech.
📍 Abierta todos los días de 09:00 a 18:00. Entrada gratuita.
Junto a ella se encuentra el majestuoso Mausoleo de Mohammed V, uno de los grandes ejemplos del arte moderno marroquí. Aquí descansan los restos del monarca que lideró la independencia en 1956, así como su hijo Hassan II, padre del actual rey Mohamed VI.
📍 Abierto todos los días de 08:00 a 18:30.
Lamentablemente, no ingresamos… y cuando vimos fotos del interior, nos arrepentimos muchísimo. Su interior de mármol blanco y techos de un verde intenso es verdaderamente deslumbrante. Así que si estás en la zona, no cometas nuestro error: entra y déjate maravillar.
Kasbah des Oudaias: un paseo entre murallas, vistas y jardines
Desde allí seguimos caminando bordeando el río Bu Regreg, hasta divisar a lo alto la fotogénica Kasbah des Oudaias, una ciudadela amurallada que parece detenida en el tiempo. Este barrio histórico es una visita obligada en Rabat: sus callejones decorados en blanco, azul y celeste tienen un aire andaluz encantador, y están llenos de rincones pintorescos, puertas talladas y escenas cotidianas de lo más auténticas.
Dentro de la kasbah se encuentran los Jardines Andalusíes, un oasis verde donde hacer una pausa entre aromas florales y fuentes tranquilas. Y como la fortaleza está construida en altura, las vistas al Atlántico desde sus murallas son espectaculares.
Murallas y puertas que narran la historia de Rabat
La medina de Rabat está rodeada por imponentes murallas de 5 km de extensión, cada sector con su propio carácter.
Al sur, las Murallas de los Andaluces, con tonos rojizos.
Al este, el barrio judío (Mellah), accesible por la puerta Bab Mellah.
Al oeste, las Murallas Almohades, de color más claro, completadas en el año 1197.
Rabat conserva varias puertas monumentales (“Babs”) que conectan la ciudad con distintos barrios y épocas:
Bab El Had, la entrada más imponente.
Bab Rouah, cercana al Palacio Real, reconocida por su majestuosidad.
Bab Chellah, que conecta con el barrio Hassan.
Cada una de ellas guarda su propia historia y ofrece un vistazo al legado arquitectónico del país.
Un festín de sabores para despedir el día
Y para cerrar este intenso día, nos entregamos a los sabores más tradicionales de Marruecos. Probamos la Harira, una sopa reconfortante a base de carne, legumbres, fideos y especias, ideal para reponer energías. La acompañamos con unos pinchos morunos de pollo y carne, bien especiados y llenos de sabor. Un auténtico festín.
Rabat nos sorprendió en todos los sentidos. A pesar del poco tiempo, nos llevamos una imagen de ciudad vibrante, rica en historia y arquitectura, y con rincones que merecen mucho más reconocimiento turístico. Si estás organizando tu ruta por Marruecos, no la dejes fuera del itinerario.
5.CASABLANCA
Casablanca: una parada rápida con una joya monumental
Desde Rabat partimos rumbo a Casablanca en tren, y hay que decir que fue uno de los mejores medios de transporte que tomamos en todo Marruecos. En menos de una hora, de forma cómoda y puntual, conectamos dos de las principales ciudades del país, disfrutando del paisaje mientras nos acercábamos a nuestro próximo destino.
Ahora bien, siendo honestos, Casablanca no fue lo que esperábamos. Más allá de su fama internacional alimentada por películas y su rol económico en el país, la ciudad en sí no tiene tanto encanto turístico como otras localidades marroquíes. Si andás justo de tiempo y las mezquitas no son lo tuyo, podrías saltarla sin culpa. Pero si decides incluirla, hay un lugar que por sí solo justifica la visita: la majestuosa Mezquita Hassan II.
La Mezquita Hassan II: un gigante de fe sobre el mar
Este imponente templo es la tercera mezquita más grande del mundo y una de las pocas en Marruecos que permite el ingreso a no musulmanes, lo que la convierte en una oportunidad única para acercarse a la arquitectura islámica desde dentro. Inaugurada en 1993, su particularidad más asombrosa es que está construida sobre el océano Atlántico, literalmente sobre una plataforma que se adentra en el agua.
Su minarete de 210 metros es el más alto del planeta y se alza como un faro espiritual y arquitectónico que se ve desde toda la costa. El interior es igual de impresionante: mosaicos de mármol, techos de madera tallada, enormes candelabros y un ambiente que combina majestuosidad y serenidad. La sala de oración principal tiene capacidad para 25.000 fieles, pero durante el Ramadán, esa cifra se expande hasta 80.000 gracias a la gran explanada exterior.
📖 ¿Qué es el Ramadán? Se trata del noveno mes del calendario islámico y es uno de los cinco pilares del Islam. Es un período de ayuno, oración, introspección y comunidad, que conmemora la primera revelación del Corán al profeta Mahoma. Durante este mes sagrado, las visitas a la mezquita pueden verse reducidas, así que es importante tenerlo en cuenta al planificar.
Visitar la Mezquita Hassan II: una experiencia guiada
Las visitas están abiertas a no musulmanes únicamente mediante tours guiados, y valen cada centavo: el recorrido cuesta 14,5 USD e incluye explicaciones detalladas sobre arquitectura, simbolismo y religión.
📅 Horarios de visita (excepto durante Ramadán):
Sábado a jueves: 9:00, 10:00, 11:00, 12:00 y 15:00 (en verano también a las 16:00)
Viernes: 9:00, 10:00 y 15:00
Los principales espacios que se recorren son:
🔸 La Sala de Oración:
Con 200 metros de largo, 100 de ancho y 60 de alto, es una verdadera catedral islámica. Su techo retráctil puede abrirse en solo cinco minutos, transformando el interior en un inmenso patio a cielo abierto. Los entrepisos están reservados para las mujeres y conectados por escaleras internas.
🔸 La Sala de Abluciones:
Dividida entre hombres y mujeres, cuenta con 45 fuentes de mármol en forma de flor de loto y más de 600 llaves de agua. Antes de cada oración, los fieles deben realizar una purificación ritual con agua, siguiendo un proceso que incluye lavar manos, rostro, brazos, cabeza y pies. Más que una rutina, es un momento de preparación espiritual.
Más que arquitectura: una lección sobre el islam
El recorrido no solo impresiona por la magnitud y belleza del edificio, sino también por el valor cultural que ofrece. El guía explica los fundamentos del Islam, una religión monoteísta basada en la creencia en un solo Dios, Alá, y la revelación de su palabra a través del profeta Mahoma, cuyo mensaje se encuentra en el Corán, el libro sagrado.
El Islam se sustenta en cinco pilares fundamentales:
Shahada – la profesión de fe
Salat – la oración cinco veces al día
Zakat – la limosna como forma de solidaridad
Sawm – el ayuno durante Ramadán
Hajj – la peregrinación a La Meca al menos una vez en la vida (para quienes pueden)
Salir de esta visita es salir con la sensación de haber viajado también al interior de una cosmovisión diferente, aprendiendo con respeto.
¿Vale la pena Casablanca?
Si bien la ciudad en sí puede no tener el encanto de otras como Marrakech, Fez o Chefchaouen, la Mezquita Hassan II es una visita que por sí sola justifica una parada en Casablanca. Es uno de los templos religiosos más impresionantes del mundo y una experiencia enriquecedora para cualquier viajero con interés en el arte, la historia o la religión.
6.MARRAKECH
Desde Casablanca repetimos la experiencia del tren rumbo a Marrakech, esta vez en un cómodo viaje de aproximadamente dos horas y media. Aunque Marrakech no ostenta el título de capital, sí es, sin dudas, el destino más popular y visitado del país. Y una vez allí, se entiende por qué. La famosa “Ciudad Roja” debe su apodo al característico color ocre de sus edificaciones, fruto de la tierra rica en óxido de hierro utilizada para construir sus murallas, casas y callejones. Ya desde la ventana del tren, ese tono rojizo empezaba a anunciar lo que vendría.
Nos alojamos en el encantador Riad Dar Khalid, donde nos recibieron con la clásica hospitalidad marroquí y un reconfortante té de menta en la terraza. Desde allí, una vista panorámica de la medina nos daba la bienvenida. Recomendamos este alojamiento no solo por su belleza tradicional, sino por la calidez de sus anfitriones, que hicieron que nos sintiéramos como en casa.
Sin perder tiempo, comenzamos a explorar la medina rumbo a su corazón palpitante: la Plaza Jemaa el-Fna. Este sitio es un espectáculo en sí mismo, donde convergen puestos de comida, artesanías, música, aromas y tradiciones. Sin embargo, advertimos que también se exhiben animales como monos y serpientes en condiciones que nos resultaron bastante tristes. Es importante saber que los locales suelen pedir dinero apenas se detecta un celular en mano, por lo que sugerimos no fomentar estas prácticas y por lo tanto tampoco grabarlas o tratar de retratarlas.
Desde la plaza nos sumergimos en los famosos zocos (mercado o bazar tradicional árabe), un verdadero laberinto de sensaciones donde se puede encontrar absolutamente de todo: desde alfombras con un diseño unico, lámparas talladas a mano, artículos de cuero y cerámica, hasta los más deliciosos dátiles y especias. Aquí el regateo no solo es bienvenido, es obligatorio. Calculá que el precio inicial puede bajar hasta un 50% o más. También es común que los locales se ofrezcan a "ayudarte" a encontrar direcciones, pero si no querés terminar pagando una fortuna por ello, es mejor agradecer amablemente y continuar por cuenta propia.
Después de tanto trajín, nos refugiamos en un restaurante típico para seguir explorando los sabores de la gastronomía marroquí. Esa noche, el cous cous fue el gran protagonista, acompañado de té con hierbabuena y pan recién horneado.
Nuestro segundo día en Marrakech comenzó con una visita a nuestro lugar preferido de la ciudad: la Madrasa Ben Youssef. Este antiguo colegio islámico, el más importante de Marruecos, es una joya arquitectónica que nos dejó sin aliento. Su patio central, decorado con mosaicos, inscripciones coránicas, celosías de madera tallada y una fuente de mármol, parece una escena de Las mil y una noches. La entrada cuesta 50 MAD y está abierto todos los días de 9:00 a 20:00 hs. Un único detalle a tener en cuenta: el uso del baño se cobra aparte.
Desde allí fuimos al Parc Lalla Hasna, un rincón ideal para relajarse y tomar la clásica foto del minarete de 77 metros de la Mezquita Koutoubia. Aunque el acceso a la mezquita está restringido a los musulmanes, merece la pena admirarla desde el exterior, especialmente al atardecer, cuando el sol realza su silueta contra el cielo rojizo.
Nuestro día terminó antes de lo esperado debido a un pequeño incidente: una moto nos tocó en una de las estrechas calles, y tras el susto decidimos regresar al riad para descansar. A partir de esta experiencia, creemos importante advertir que, tanto dentro como fuera de la medina, las motos circulan con bastante imprudencia, por lo que se recomienda caminar con atención.
Así cerramos nuestra estadía en Marrakech, una ciudad vibrante, intensa y fascinante, mientras nos preparamos para uno de los grandes momentos del viaje: la excursión al desierto.
💡 Algunos destinos que dejamos fuera por tiempo y presupuesto, pero que merecen una mención especial, son:
Jardín Secreto: un oasis de paz escondido en el caos de la medina. Abierto todos los días de 09:30 a 19:30 hs. Entrada: 100 MAD.
Jardín Majorelle: uno de los más bellos del país, con tonos azules intensos y plantas exóticas. Abierto todos los días de 08:00 a 18:30 hs. Entrada: 170 MAD. ¡Ojo! Las entradas se agotan rápido, por lo que es clave reservar con anticipación. Este jardín fue creado en 1919 por el pintor francés Jacques Majorelle y más tarde adquirido por el diseñador Yves Saint Laurent. También se puede visitar su museo por 140 MAD (cerrado los miércoles), o combinar ambos tickets por 310 MAD.
Palacio El Badi: ruinas de un antiguo palacio que alguna vez fue uno de los más lujosos del mundo islámico. Entrada: 100 MAD. Abierto todos los días de 09:00 a 17:00 hs.
Palacio de la Bahía: ejemplo sublime de arquitectura marroquí del siglo XIX. Entrada: 70 MAD. Abierto todos los días de 09:00 a 17:00 hs.
Tumbas Saadíes: mausoleo real oculto durante siglos. Entrada: 100 MAD. Abierto todos los días de 09:00 a 17:00 hs.
7.EXCURSIÓN AL DESIERTO DE SAHARA
Como Marrakech es la ciudad más visitada de Marruecos, no es sorpresa que esta sea la excursión más contratada por quienes llegan al país. Y sí, prácticamente todo viajero que pone un pie en estas tierras quiere cumplir el sueño de conocer el majestuoso desierto del Sahara. En este relato les compartimos nuestra experiencia para que puedan aprovechar nuestros aprendizajes y así asegurarse de que su aventura por el desierto no se vea opacada por una mala elección de agencia turística.
La agencia que elegimos fue “Descubre el desierto”, con una propuesta de 2 noches y 3 días, partiendo desde Marrakech y finalizando en Fez. El tour nos costó 135 euros por persona, e incluía traslados, alojamiento, desayuno y cena.
Ahora bien, un dato importante a tener en cuenta: los almuerzos no están incluidos, y los restaurantes donde te “permiten” almorzar durante el camino son considerablemente caros para los precios promedio de Marruecos. El primer día llevamos unos sanguchitos desde Marrakech, pero después ya no tuvimos oportunidad de comprar nada más, por lo que terminamos pagando 12 euros por persona por platos muy básicos que no justificaban su valor. Un detalle que conviene tener previsto para no llevarse sorpresas en el presupuesto.
Día 1
La aventura comenzó bien temprano, a las 07:00 hs en la entrada de la medina de Marrakech. Desde allí emprendimos el recorrido de unos 190 km (aproximadamente 4 horas) hasta nuestro primer gran destino: el impresionante Kasbah de Ait Ben Haddou.
Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, este pueblo fortificado de más de 12.000 años de antigüedad es una joya arquitectónica del sur marroquí. No solo deslumbra por su belleza de adobe y su historia, sino que ha sido escenario de producciones cinematográficas como El Gladiador, Indiana Jones, Lawrence de Arabia y Game of Thrones.
Lamentablemente, nuestra visita no estuvo a la altura de las expectativas. En lugar de hacer el recorrido habitual, el guía nos hizo ingresar por la parte trasera del complejo —donde se agrupan los puestos de souvenirs— bajo el argumento (falso) de que la entrada principal estaba cerrada. Después de pasearnos por algunas tiendas, sugiriendo que debíamos “colaborar”, nos apuró para almorzar. Como mucho, estuvimos media hora dentro de la kasbah, sin llegar a los puntos panorámicos más altos ni a los sectores más emblemáticos. Al salir, vimos a otros grupos que sí accedían a zonas que nosotros no pudimos visitar. Como si fuera poco, el guía nos pidió 3 euros por persona como propina obligatoria por la “información brindada”. Fue, sin dudas, la primera gran decepción del tour.
Después de un extenso almuerzo de dos horas —desmedido para el poco tiempo de visita—, volvimos a la combi. En la descripción del tour figuraban paradas en Ouarzazate, Skoura y el Valle de las Rosas, pero en nuestro caso solo hubo breves detenciones para ir al baño.
Alrededor de las 19:00 hs, tras casi 10 horas de viaje con pocas actividades reales, finalmente llegamos al alojamiento donde pasaríamos la noche. Por suerte, el hospedaje fue cómodo y estuvo a la altura, cerrando un día largo con una nota un poco más positiva.
Día 2
El segundo día comenzó temprano: a las 06:00 hs nos levantamos para tomar el desayuno y salir rumbo al Valle de Dades, donde nos esperaba una de las experiencias más auténticas del recorrido: la visita al pueblo bereber de Tinghir. Por suerte, en esta ocasión nos acompañó Mulay, sin dudas el mejor guía del tour. Compartió con nosotros historias sobre su comunidad, sus tradiciones, y nos llevó a conocer a una familia local que confecciona hermosas alfombras artesanales. Allí, entre sonrisas, artesanía y un tradicional té de menta, vivimos un momento profundamente humano y enriquecedor. Este fue, sin dudas, uno de los puntos más altos de toda la excursión.
Después nos dirigimos a las Gargantas del Todra, uno de los paisajes naturales más impactantes del país. Ubicadas al este del Alto Atlas, estas imponentes formaciones rocosas alcanzan más de 100 metros de altura y enmarcan un estrecho cañón. Es uno de los lugares más fotogénicos de Marruecos, ideal para una parada técnica con cámara en mano.
Tras despedirnos de Mulay, emprendimos el tramo final hacia el tan anhelado desierto del Sahara. Fueron unas 4 horas de ruta con una parada para almorzar, hasta que finalmente llegamos a la entrada de las dunas de Erg Chebbi, en Merzouga. Allí nos esperaban nuestros peculiares “transportes”: unos dromedarios claramente exhaustos, con cara de pocos amigos, listos para llevarnos al campamento ubicado tras las dunas.
Como si el momento necesitara un toque cinematográfico, una tormenta de arena se desató justo antes de iniciar la travesía. Lo que nos habían vendido como una experiencia mágica, inolvidable y casi espiritual, efectivamente lo fue pero por motivos opuestos.
Llegamos al campamento cerca de las 19:00 hs, cuando ya caía la noche. Nos dieron solo media hora para ducharnos antes de servir la cena, por lo que cualquier idea de caminar por las dunas y contemplar el paisaje quedó postergada. Afortunadamente, el grupo de viajeros con el que compartimos la experiencia fue increíble: entre risas y buena onda supimos darle la vuelta a una jornada bastante accidentada.
La noche terminó con una fogata bajo las estrellas, donde los anfitriones locales nos regalaron una breve presentación musical con instrumentos tradicionales. Y aunque el día estuvo lejos de lo prometido, ese cielo inmenso, despejado y estrellado del Sahara, logró regalarnos un cierre digno.
Día 3
A las 05:00 hs, en plena oscuridad y con los primeros vientos del amanecer, nos despertaron para tomar un desayuno rápido y abandonar el campamento. Todo fue muy expeditivo, sin espacio para disfrutar del entorno. A las 05:45 hs ya estábamos nuevamente sobre los dromedarios, listos para regresar al punto de partida donde nos esperaban las combis.
Y aunque el tramo fue breve, ver el amanecer en medio de las dunas del Sahara fue sin dudas la postal que nos llevamos de esta experiencia. Un espectáculo de luces y sombras sobre la arena dorada, en un silencio absoluto que solo se ve interrumpido por el crujido de las patas de los dromedarios avanzando por las dunas.
A las 06:30 hs nos subimos a la combi para iniciar el trayecto hacia Fez, dando así por finalizada esta excursión de tres días por el desierto.
Reflexión final – Una experiencia que depende mucho del proveedor
Después de todo lo vivido, creemos fundamental remarcar la importancia de contratar un buen proveedor turístico. Aunque el precio puede parecer atractivo, muchas veces lo barato termina saliendo caro. Si es necesario, destiná un poco más de presupuesto para asegurar una experiencia a la altura del lugar.
En nuestro caso, el servicio dejó bastante que desear. A lo largo del viaje fuimos cambiando de combi y de conductor, lo que generó cierta desorganización. Los guías, a excepción del gran Mulay, ofrecieron poca o nula información y tuvieron serias dificultades para comunicarse tanto en español como en inglés. Más allá del idioma, la actitud general fue distante y poco amable: las fotos que suelen incluir en la experiencia las hacían apurados, como un trámite, y en general la sensación era que te estaban haciendo un favor, en lugar de brindar un servicio.
Además, la excursión implica muchas horas arriba de la combi y los vehículos no siempre están en buenas condiciones. En nuestro caso, por ejemplo, el aire acondicionado no funcionaba, algo difícil de sobrellevar en pleno calor marroquí.
Y quizás lo más frustrante: el tiempo real en el desierto fue muy limitado. Apenas unos minutos para llegar, bañarse, cenar y dormir. Si tu sueño es caminar por las dunas, contemplar el atardecer y conectar con ese paisaje único, verificá este punto con claridad antes de contratar.
Nuestra recomendación final:
La excursión al Sahara es, sin dudas, una experiencia imperdible en Marruecos, pero el proveedor turístico puede marcar toda la diferencia. Investigá bien, hacé todas las preguntas necesarias antes de reservar y, sobre todo, leé las reseñas más recientes en Google para evitar sorpresas.
Porque sí, el desierto es mágico pero para disfrutarlo de verdad, necesitás una agencia que te acompañe a vivirlo como se merece.
8.FEZ
Después de lo que fue la peor experiencia en uno de los lugares más bellos del mundo, llegamos a nuestra última parada en Marruecos: la fascinante ciudad de Fez. Y qué alivio fue poner pie en el Riad Batha, un verdadero oasis que nos recibió con calidez y hospitalidad, justo cuando más lo necesitábamos. Exhaustos pero felices, agradecimos haber elegido este lugar para cerrar nuestra aventura. Sin dudas, uno de los mejores riads de toda nuestra estadía en el país.
Como ya se acercaba el final del viaje y aún teníamos un plato pendiente por probar de la gastronomía marroquí, nos dirigimos al Restaurante Corner Kitchen para degustar su famosa Pastilla, uno de sus clásicos. Este plato, que a simple vista parece una tarta, está hecho con masa filo y lleva un relleno de pollo, cebolla, perejil y almendras, coronado por una capa de azúcar glas y canela. La fusión de sabores dulces y salados nos sorprendió y nos encantó.
Al día siguiente, recargamos energías con un desayuno marroquí contundente ofrecido por nuestro riad, ideal para encarar un día entero explorando los rincones de Fez.
Nuestra primera parada fue la emblemática Bab Boujeloud, también conocida como la Puerta Azul por los coloridos mosaicos que la decoran. Una vez que atravesás este icónico portal, te adentrás directamente en la vibrante medina a través de las calles Talaa Kebira y Talaa Sghira, sus dos principales arterias comerciales.
Siguiendo por Talaa Kebira, llegamos a la Madraza Bou Inania, una joya arquitectónica inaugurada en 1355. Su patio central, con paredes esculpidas a mano en estuco y madera, y una base cubierta de azulejos geométricos, refleja la maestría del arte islámico. Abre todos los días de 09:00 a 17:00 hs y su entrada cuesta solo 20 MAD, que permite el acceso al patio.
Más adelante visitamos el Museo Nejjarine de Artes y Oficios de la Madera, ubicado en una antigua fondouk restaurada. Este museo es un homenaje al legado de los artesanos ebanistas marroquíes. Abre todos los días de 10:00 a 17:00 hs, también con un ticket de 20 MAD.
Caminando entre callejuelas laberínticas llegamos al Mausoleo de Moulay Idriss II, fundador de la ciudad y figura venerada en todo Marruecos. Si bien solo los musulmanes pueden ingresar, se puede observar su hermoso patio interior desde la monumental puerta de entrada.
A escasos metros se encuentra la Mezquita Al Karaouine, que alberga la universidad más antigua del mundo, fundada en el año 859 por Fatima al-Fihri. Como también tiene acceso restringido a no musulmanes, se puede ver su interior desde la entrada. Justo al lado está la Madraza Al Attarine, otra joya de la ciudad, fundada en 1325. También abre todos los días de 09:00 a 17:00 hs por 20 MAD.
Al final del día, nos dirigimos al lugar más icónico y fotografiado de Fez: las curtidurías tradicionales. Antes que nada, preparate mentalmente (y olfativamente), porque el olor es muy fuerte, aunque la experiencia vale totalmente la pena.
La más famosa de todas es la Curtiduría Chouwara, conocida por sus grandes pozones de colores donde se trata el cuero de forma artesanal. Desde las terrazas de las tiendas que la rodean se pueden obtener vistas espectaculares del proceso. El acceso es gratuito, así que si alguien intenta cobrarte entrada, no lo aceptes. En nuestro caso, agradecimos con una propina al dueño de la tienda que nos dejó pasar y nos dio una ramita de menta para hacer más soportable el intenso aroma. Sin dudas, una postal inolvidable que te queda grabada en la retina.
Para nuestro último día en Marruecos, decidimos alejarnos del caos de la medina y refugiarnos en un rincón verde: los Jardines Jnan Sbil. De acceso gratuito, abren todos los días (excepto lunes) de 08:00 a 19:00 hs y son un remanso de paz entre palmeras, fuentes y senderos floridos.
Como cierre, nos acercamos al imponente Palacio Real de Fez. Si bien no se puede ingresar, su puerta dorada es simplemente espectacular. Una selfie aquí fue nuestra forma de despedirnos a lo grande de Marruecos, con la promesa de que algún día volveremos.
BUCKETLIST PARA EL PRÓXIMO VIAJE
Essaouira
Ruta de las Mil Kashbas
Cascadas de Ouzoud
Meknes





























































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