Itinerario de 5 días en Noruega
- Jen y Licha

- 15 ago
- 12 Min. de lectura
Actualizado: 3 sept
Noruega es un país escandinavo que deslumbra con algunos de los paisajes naturales más imponentes y majestuosos que hemos tenido el privilegio de conocer. Entre montañas que parecen esculpidas por gigantes, glaciares eternos y fiordos que se abren paso entre paredes de roca hasta desembocar en el mar, cada rincón de este país parece salido de una postal.
Con una población de poco más de cinco millones de habitantes, Noruega se extiende a lo largo de la costa occidental de la península escandinava y es famosa por tener una de las líneas costeras más recortadas del mundo, salpicada de más de mil fiordos, muchos de los cuales están reconocidos como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Nuestra aventura comenzó en Oslo, la vibrante capital noruega. Moderna, limpia y perfectamente integrada con la naturaleza, es una ciudad que sorprende por su equilibrio entre diseño vanguardista y respeto por la historia. Sus parques son auténticas galerías al aire libre repletas de esculturas, como el famoso Parque Vigeland. También destacan joyas arquitectónicas como la Ópera de Oslo, con su silueta blanca que parece emerger del fiordo, y la Biblioteca Deichman, un centro cultural moderno que se alza a pocos metros y que invita a quedarse horas. Entre sus muchos museos, uno guarda una de las obras más icónicas del arte europeo: El Grito de Edvard Munch.
El viaje culminó en Bergen, una ciudad de cuento enclavada entre montañas y rodeada de fiordos. Su muelle histórico, Bryggen, con sus casas de madera de colores vibrantes alineadas frente al puerto, es uno de los lugares más fotografiados del país y también Patrimonio de la Humanidad. Antiguamente fue uno de los centros comerciales más importantes de la Liga Hanseática, lo que le da a la ciudad una rica herencia cultural que aún se respira en sus callejuelas adoquinadas. Bergen fue, sin duda, el cierre perfecto para un viaje por este país mágico y sobrecogedor.
RANKING DE LUGARES
Fiordo Nærøyfjord
Stegastein Viewpoint
Flåm
Bergen
Oslo
Iglesia de Borgund
Lago Bondhusvatnet

Nuestro itinerario de 5 días
OSLO
Ubicada en el extremo norte del fiordo de Oslo y rodeada por colinas boscosas, la capital noruega es una de las ciudades más verdes y sostenibles de Europa. Moderna, compacta y vibrante, Oslo combina a la perfección diseño escandinavo, historia vikinga y vida al aire libre. A pesar de ser el centro político y cultural del país, conserva un ritmo tranquilo, ideal para recorrerla a pie y descubrir sus parques, museos, cafés minimalistas y joyas arquitectónicas que conviven con fortalezas medievales.
DÍA 1
Luego de aterrizar por la mañana en la capital noruega y hacer el check-in en Citybox Oslo —una opción moderna, práctica y bien ubicada, ideal para quienes quieren estar cerca del centro sin complicarse— salimos directo a explorar la ciudad. No había tiempo que perder, así que nos pusimos en marcha para recorrer sus puntos más emblemáticos.
Nuestra primera parada fue la Biblioteca Deichman, un edificio de arquitectura futurista frente al fiordo, donde se respira creatividad y silencio en partes iguales. Esta biblioteca pública, considerada una de las más innovadoras del mundo, no sólo ofrece libros, sino también salas de cine, estudios de música, espacios de lectura con vistas increíbles y un diseño interior que da ganas de quedarse todo el día.
A solo unos pasos se encuentra la imponente Ópera de Oslo, una joya de mármol blanco que parece emerger del agua como un iceberg urbano. Diseñada por el estudio Snøhetta, su arquitectura invita a subir por el techo inclinado y disfrutar de una de las mejores vistas del puerto. Caminar por su estructura es tan parte de la experiencia como asistir a una función.(por presupuesto descartamos esta opción)
Desde allí bordeamos la costa hasta llegar a la Fortaleza de Akershus, una construcción medieval del siglo XIII que protegía a la ciudad de invasiones. A lo largo de los siglos fue castillo, residencia real y prisión. Hoy, sus murallas y pasadizos ofrecen un recorrido fascinante por la historia de Noruega, además de vistas espectaculares del fiordo y del barrio moderno de Aker Brygge.
Continuamos nuestro paseo hasta el Ayuntamiento de Oslo (Rådhuset), un edificio de líneas sobrias y ladrillo rojo que quizás no impresiona a primera vista, pero que guarda uno de los mayores tesoros culturales del país: el Salón donde cada año se entrega el Premio Nobel de la Paz. Su interior sorprende por sus murales cargados de simbolismo y su arquitectura monumental.
Seguimos en dirección al corazón político de la ciudad, donde se encuentra el Parlamento Noruego, conocido como el Stortinget. Con su fachada amarilla y estilo neorrománico, es uno de los edificios más fotografiados de Oslo. Aunque no hicimos la visita guiada, vale la pena acercarse y sentir el pulso de la vida institucional del país.
Desde allí nos lanzamos a recorrer la animada Karl Johans Gate, la calle principal de Oslo. Este boulevard conecta la estación central con el Palacio Real, y es ideal para pasear, hacer compras, tomar un café o simplemente observar el ir y venir de la ciudad. Artistas callejeros, tiendas de diseño escandinavo y terrazas acogedoras acompañan cada paso.
Cerramos el día visitando la Catedral de Oslo, una iglesia barroca del siglo XVII que, aunque sobria por fuera, tiene un interior cargado de detalles, vitrales coloridos y un bello órgano. Es aquí donde se celebraron bodas reales y actos oficiales importantes del país.
Así terminó nuestro primer día en Oslo, con el cuerpo cansado pero el alma llena. Una ciudad que a cada paso nos sorprendía con su equilibrio entre historia, arquitectura moderna y un profundo respeto por la cultura y la naturaleza.
DÍA 2
Con el clima a nuestro favor y la energía recargada, comenzamos el segundo día en Oslo sumergiéndonos en el costado más verde, artístico y tradicional de la ciudad. Esta vez combinamos historia real, arte al aire libre y una escapada a una de las zonas más encantadoras del fiordo.
Iniciamos la jornada en el Castillo Real de Oslo (Det Kongelige Slott), residencia oficial de la familia real noruega. Aunque solo es posible visitarlo por dentro durante el verano mediante visitas guiadas, vale la pena acercarse para admirar su elegante fachada neoclásica y recorrer el hermoso Slottsparken, el parque que lo rodea, completamente abierto al público. Con sus senderos arbolados, esculturas y estanques, es ideal para empezar el día a paso tranquilo, entre el verde y la historia.
Desde allí nos dirigimos al Parque Frogner, uno de los pulmones más grandes de la ciudad. En su interior se encuentra el famoso Parque de Vigeland, un espacio único en el mundo que reúne más de 200 esculturas del artista noruego Gustav Vigeland. Las figuras, en bronce y granito, representan con intensidad la condición humana: el amor, la ira, la infancia, la vejez. El punto culminante del recorrido es el imponente Monolito, una columna de 17 metros tallada en una sola pieza de granito, compuesta por 121 cuerpos humanos entrelazados que parecen escalar hacia el cielo. El ingreso a este parque es completamente gratuito y se puede visitar a cualquier hora.
Después del mediodía cruzamos hacia la península de Bygdøy, una zona tranquila y rodeada de naturaleza, famosa por albergar varios de los museos más importantes del país. Para llegar tomamos la línea 30 de bus, cuyo trayecto desde el centro hasta la península lleva unos 15 minutos y cuesta 40 NOK por tramo si se compra con anticipación, o 50 NOK si se abona a bordo. También es posible llegar en ferry durante la temporada de primavera/verano, lo que convierte el traslado en una experiencia escénica en sí misma.
Nuestra primera parada fue el encantador Museo del Pueblo Noruego (Norsk Folkemuseum), un museo al aire libre que reconstruye la vida y la cultura noruega a lo largo de los siglos. Caminamos entre casas de madera con techos cubiertos de pasto, talleres artesanales y hasta una iglesia medieval de madera traída desde la localidad de Gol, que parece sacada de una película vikinga. La entrada cuesta 195 NOK por adulto, y el museo abre todos los días de 10 a 17 hs.
Desde allí seguimos caminando hasta Huk, una pequeña playa al final de la península, donde locales y turistas disfrutan del sol (sí, aunque el agua esté helada), pasean o simplemente se relajan mirando el fiordo. Fue el descanso perfecto para una jornada intensa de caminata.
De regreso al centro, cerramos el día con una visita al Museo Nacional de Noruega (The National Museum), el más grande de los países nórdicos y un verdadero tesoro cultural. Su arquitectura moderna alberga colecciones de arte, diseño, arquitectura y objetos históricos. Con una superficie total de más de 54.600 m², es el museo más grande de los países nórdicos y exhibe alrededor de 6.500 obras en más de 90 salas. La famosa Sala Munch, dedicada a Edvard Munch, alberga la versión más icónica de El Grito junto a otras obras como Madonna. Además podrás encontrar pinturas de artistas noruegos como Johan Christian Dahl, Harald Sohlberg, Christian Krohg y artistas internacionales como Picasso, Monet, Van Gogh o Cézanne. El tercer nivel, conocido como Light Hall, con sus 2.400 m² y techo elevado, expone grandes muestras temporales en un espacio diáfano bañado de luz.
El museo abre de martes a domingo de 10 a 20 hs, y cierra a las 17 hs los fines de semana; los lunes permanece cerrado. La entrada cuesta 200 NOK por adulto, 120 NOK para menores de 25 o estudiantes, y gratis para menores de 18 años. (Además, los jueves por la tarde a menudo ofrecen entrada gratuita con cierre más tardío).
Al salir, con el cielo teñido por los últimos rayos del sol sobre el fiordo y las luces de Rådhusplassen encendidas, confirmamos nuestro sentimiento por Oslo. Sus parques, esculturas, museos y arquitectura combinan historia, modernidad y naturaleza de una forma única. Nos despedimos sabiendo que esta ciudad, compacta pero profunda, había dejado una huella especial. Oslo fue el preludio perfecto para seguir descubriendo Noruega.
DÍA 3
ROADTRIP POR LOS FIORDOS
Despertamos con la emoción de cambiar el mapa urbano por las montañas y los fiordos. Alquilamos el auto en Oslo con Hertz (que devolveríamos más tarde en Bergen, desde donde partía nuestro vuelo de regreso) y enfilamos hacia el oeste, rumbo a paisajes cada vez más salvajes. Ese día recorrimos cerca de 340 km, deteniéndonos en sitios que nos dejaron sin aliento, hasta finalmente llegar a Undredal, donde pasamos la noche frente al lago, en una cabaña que parecía extraída de un sueño noruego.

IGLESIA DE BORGUND
Nuestra primera parada fue la histórica Iglesia de Borgund (Borgund Stave Church), construida alrededor del año 1200 y considerada una de las iglesias de madera mejor conservadas de Noruega. Para visitar el museo, comprar souvenirs o disfrutar del café, adquirimos la entrada en el centro de visitantes: el costo fue de 130 NOK por adulto.
Luego continuamos el viaje atravesando el Túnel de Lærdal, que con sus 24,5 km sigue siendo el túnel para vehículos más largo del mundo. No tiene peaje, y atravesarlo toma unos 20 minutos. Resultó fascinante: luz blanca en los tramos rectos, cavernas iluminadas con tonos azules y amarillos cada 6 km para romper la monotonía, y carteles que indican la distancia recorrida. Todo está pensado para evitar la sensación de claustrofobia y calmar las ansiedades de quienes lo cruzan.

STEGASTEIN VIEWPOINT
Al salir del otro lado, la carretera serpenteante nos llevó hasta el Stegastein Viewpoint, una plataforma que sobresale unos 30 metros sobre el acantilado y se alza a 650 metros de altura por encima del Aurlandsfjord. La vista fue de esas que paralizan: un panorama vertiginoso de montañas, fiordo y cielo que definió uno de los momentos más memorables del viaje. No se cobra entrada para acceder al mirador; el acceso es gratuito y está abierto los 365 días del año (aunque recomendamos visitarlo entre las 10:00 y 15:00, para aprovechar mejor la luz y evitar el tráfico en carretera). Nosotros tuvimos el privilegio de compartir el lugar con una pareja de italianos que amablemente nos sacaron unas fotos… y luego, el lujo inesperado: quedarnos completamente solos allí durante veinte minutos.
Después de quedar maravillados con esa postal suspendida en el aire, continuamos el tramo final hasta Undredal, un pequeño pueblo a orillas del fiordo. Alquilamos una cabaña frente al lago: madera, silencio, reflejos en el agua y montañas envolviéndonos en todas las direcciones. Las luces del atardecer danzaban sobre el fiordo mientras abríamos una cerveza helada para celebrar el cierre de una jornada que conectó historia medieval, ingeniería moderna y paisajes sobrenaturales.
DÍA 4
CRUCERO DE FLAM A GUDVANGEN
Despertamos temprano en nuestra cabaña frente al fiordo, con la emoción intacta de saber que ese día navegaríamos entre gigantes. Condujimos los escasos 13 km que separaban Undredal de Flåm, un pequeño puerto pintoresco encajonado entre montañas, donde nos esperaba una experiencia inolvidable: el crucero Flåm–Gudvangen, uno de los recorridos más icónicos del oeste noruego.
Durante dos horas surcamos el majestuoso Nærøyfjord, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La embarcación avanzaba en silencio, casi flotando entre paredes de roca que se elevaban cientos de metros, mientras finas cascadas descendían como hilos de plata. Pero lo más hipnótico fue mirar hacia abajo: el agua reflejaba tan perfectamente los paisajes que por momentos dudábamos si lo que veíamos era un pueblo real o su imagen invertida. Casas coloridas, pequeños muelles, granjas suspendidas sobre el verdor… todo flotaba entre la realidad y el espejo líquido. Fue, sin exagerar, uno de los momentos más mágicos del viaje.
El ticket del crucero nos costó 520 NOK por adulto (sólo ida). Decidimos regresar a Flåm en bus, una opción más económica que además nos permitía cambiar de perspectiva por tierra. El bus salió puntual a las 11:45 y, en apenas 20 minutos, ya estábamos nuevamente en nuestro punto de partida (costo del bus: 120 NOK por adulto), listos para continuar la aventura.
Ya en camino, un imprevisto nos obligó a recalcular. Uno de los túneles hacia Vøringfossen, el salto de agua más famoso del país, había sido cerrado: un camión que excedía la altura máxima quedó atascado, generando demoras de más de una hora y media. Con mucha pena dejamos ese destino para otra ocasión y optamos por improvisar.
LAGO BOUDHUSVATNET
Decidimos poner rumbo al lago Bondhusvatnet, una joya escondida entre montañas y glaciares. La ruta hasta allí fue un viaje en sí mismo: 174 km en unas tres horas, serpenteando entre montañas nevadas, valles profundos y lagos azules que parecían no tener fin. Hicimos varias paradas para respirar paisaje, sacudir la sorpresa y seguir.
Al llegar a Bondhus, realizamos un trekking de 5 km (ida y vuelta) por un sendero plano, envuelto en bosque, riachuelos y el murmullo de la naturaleza. Al final del camino, el lago apareció como un escenario detenido en el tiempo: el glaciar Bondhusbreen se reflejaba en sus aguas como si fuera una pintura, mientras las nubes bajas añadían dramatismo al cuadro. Caminamos durante unas dos horas, sin prisa, sabiendo que esos momentos no se repiten.
Con el corazón lleno de imágenes inolvidables, manejamos los últimos kilómetros hasta Odda, donde pasamos la noche. A veces, los desvíos del camino no son errores, sino rutas secretas hacia lo inesperado. Ese día, entre fiordos, espejismos y decisiones improvisadas, el viaje nos regaló una de sus mejores postales.

DÍA 5
Amanecimos en Odda con un cielo completamente encapotado y lluvia persistente. Como ya era costumbre en este viaje, tocó improvisar. Cancelamos los planes de caminatas por los alrededores y decidimos partir directamente hacia Bergen, con la esperanza de que el clima mejorara al llegar a la ciudad.
El primer tramo nos llevó desde Odda hasta Jondal (40 km – unos 40 minutos de manejo), donde tomamos el ferry Fjord1 que cruza el fiordo hasta Tørvikbygd. El ferry partió puntualmente a las 12:30, en un trayecto corto pero hermoso, rodeado de bruma y montañas que apenas se dejaban ver entre las nubes. El costo del ferry fue de aproximadamente 110 NOK por vehículo + 50 NOK por pasajero adulto. Este cruce es parte del día a día en Noruega, pero para nosotros fue otra pequeña aventura sobre aguas frías y silenciosas.
Desde Tørvikbygd manejamos 90 km más hasta Bergen, lo que nos tomó aproximadamente 1 hora y media. Al llegar, el clima seguía indeciso, pero al menos la lluvia había disminuido y pudimos recorrer la ciudad con paraguas en mano, listos para descubrir los encantos de la capital del oeste noruego.
BERGEN
Comenzamos por el Fisketorget, el mercado de pescado al aire libre ubicado junto al puerto. Aunque es bastante turístico, mantiene su encanto gracias a los puestos llenos de mariscos frescos, sopa de pescado caliente y, por supuesto, el infaltable salmón noruego. Una buena opción si querés probar algo típico sin sentarte en un restaurante formal (aunque los precios siguen siendo altos: una sopa de pescado ronda los 180–200 NOK).
A pocos pasos del mercado se encuentra Bryggen, el barrio más pintoresco de la ciudad. Este conjunto de casas de madera con fachadas de colores fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y pasear por sus callejuelas es como viajar en el tiempo. Durante siglos, Bryggen fue el núcleo comercial de la Liga Hanseática en Noruega, y hoy conserva ese aire antiguo, lleno de historia.
Mientras el cielo nos daba una tregua, almorzamos en Trekroneren, un pequeño local callejero famoso por sus salchichas. Y con razón: probamos unas bratwursts con ingredientes locales que estaban simplemente fuera de este mundo. Un almuerzo rápido y sabroso por alrededor de 90–110 NOK por salchicha con guarniciones.
Continuamos el recorrido visitando la Iglesia de Santa María, una joya del siglo XII y el edificio más antiguo de Bergen. Su arquitectura románica contrasta con el resto de la ciudad y es testimonio del pasado medieval de la región. La entrada cuesta alrededor de 80 NOK, aunque puede variar según la temporada.
Después, paseamos por Torgallmenningen, la calle peatonal más animada de Bergen, repleta de tiendas, cafés, bares y mucha vida urbana. A lo lejos asomaba el Byparken, el parque principal de la ciudad, con su lago central y el pabellón de música rodeado de flores. A pesar del clima gris, el lugar se sentía acogedor y vibrante.
Para cerrar el día, cenamos en Horn of Africa, un restaurante pequeño y familiar que ofrece comida tradicional etíope y eritrea. La experiencia fue tan íntima como deliciosa: Lensa, la dueña, fue quien nos recibió, cocinó y nos explicó cada plato con calidez y orgullo. Compartimos un plato combinado con varias especialidades sobre injera, la típica base de pan etíope, por aproximadamente 250–300 NOK por persona. Fue una cena auténtica, casera y profundamente humana, de esas que uno no se olvida.
Esa noche, mientras volvíamos caminando bajo la llovizna, nos despedimos en silencio de Noruega. Al día siguiente partiríamos hacia nuestro próximo destino. Atrás quedaban los fiordos, las carreteras infinitas, el hielo en los lagos y la madera crujiente de nuestras cabañas. Noruega nos había regalado días de naturaleza desbordante y momentos de pura quietud. Y aunque nos íbamos con las valijas húmedas, nos llevábamos el corazón lleno.
BUCKETLIST PARA EL PRÓXIMO VIAJE
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